sábado, 8 de febrero de 2014

Raza de víboras


raza de víboras

A pesar de que José Peralta, el gran ideólogo del liberalismo radical, se refiere a la Raza de víboras en distintos escritos, este libro, el primero de carácter político y doctrinario salido de su pluma, jamás se publicó en su versión completa sino parcialmente algunos de sus capítulos: los primeros en periódicos de la época como La Razón, uno de los célebres medios fundados en Cuenca por Peralta en 1895, para difundir el credo liberal, y en La Sanción, periódico de los liberales quiteños, en el mismo año. Posteriormente, la mayoría de capítulos, ocho en total, aparecen como artículos independientes en esa selección de sus Obras Escogidas que son los tres tomos de Años de lucha, publicados póstumamente entre 1974 y 1976, quedando inéditos hasta hoy cuatro capítulos y el epílogo.

La Raza de víboras, escrita pocos años antes de la revolución liberal, es un verdadero manifiesto en el que Peralta enfrenta sin concesiones a los causantes de las miserias humanas, a todas esas instituciones y grupos sociales que se escudaron en la más nefasta de las ideologías para convertir al ser humano en el más desgraciado de los seres: esa teocracia que se metamorfosea y adapta en el planeta desde hace tres milenios, en contubernio con todas las tiranías y despotismos, para sojuzgar pueblos enteros por medio de la prepotencia y el terror, el miedo y el fanatismo, la superstición y la hipocresía, la crueldad y la ambición, el egoísmo y mil mecanismos más, de los que ha hecho sus armas favoritas esa ominosa alianza, enemiga mortal e implacable de la humanidad toda, a la que sin ambages denomina raza de víboras, raza que, desgraciadamente, sigue reproduciéndose, engendrando el conservadorismo político, del cual todavía padecemos bajo transfiguradas formas, modernizados afeites y cosméticas mascaradas en nuestro país y en el globalizado mundo en que vivimos.

Capítulo tras capítulo Peralta reconstruye lo que ha sido la lucha política de la humanidad, entre las dos fuerzas fundamentales del devenir social: las conservadoras basadas en falsas religiones y gobiernos despóticos, y las del librepensamiento tendientes al bienestar del género humano. Todas las instituciones de que se ha valido el asfixiante tradicionalismo, van apareciendo a lo largo de su libro en su horripilante desnudez, con todos sus vicios y crueldades. Sacerdocio, monaquismo, iglesia, guardias pretorianas, sanedrines, monarquías, repúblicas teocráticas y despóticas, y sus infaltables personajes: brahmines, papas, cardenales, arzobispos y obispos, príncipes y reyes, presidentes atrabiliarios y tiranos, ministros y parlamentarios generalmente de espaldas a sus pueblos, convertidos en vampiros que succionan hasta la última gota de su sangre, en orgiástica corrupción tejida de fraudes, usurpaciones, saqueos, robos, cohechos y concusiones para satisfacer placeres mundanos y lujos desmedidos.

Su apasionado alegato por la redención humana descubre como religión y política negativa, teocracia y despotismo, se han coaligado a través de los tiempos, desde las culturas y civilizaciones antiguas en el esclavismo, luego en el feudalismo, y más recientemente en sociedades atrasadas como la ecuatoriana, hasta las postrimerías del siglo XIX, para lucrar en beneficio de élites opresoras de pueblos y naciones mediante todas las formas posibles.

El carácter manipulador de la conciencia popular por parte del partido teocrático, la crueldad de los sacerdotes, la diferenciación entre verdadero y falso cristianismo, o contrahecho como lo llama, la división de la sociedad en opresores y oprimidos, el análisis de lo negativo de la conquista española para la América latina, la justificación de la rebelión popular, los derechos de la mujer, etc., otros de los tantos problemas sobre los que emite su penetrante criterio José Peralta, en este tratado de política que, en varias partes, cambiando los nombres de los personajes, parecerían escritos para la época actual.

Guiado por el realismo político como método, Peralta presenta en bien logradas pinceladas una radiografía de las instituciones y sus representantes en la vida política del Ecuador del siglo XIX: iglesia, ejecutivo, congreso, ejército, la prepotencia del partido conservador y de los tiranos que representan los intereses de lo que sin tapujos llama la Edad Media ecuatoriana, esa feudalidad sui generis a la que sometieron a nuestro pueblo los terratenientes en confabulación con el clericalismo opresor y que los liberales combatieron denodadamente, aquella sociedad que eufemísticamente algunos cientistas sociales denominan el sistema hacienda.

No escapan a su agudo análisis los vicios y perversidades, las alianzas de los poderosos para oprimir a los sectores populares y los regionalismos que se esfuman cuando sus intereses se sienten amenazados (García Moreno y Caamaño con el bando católico serrano, por ejemplo), el Congreso al que llama mercado de conciencias, donde se miran solo mezquinos intereses por parte de esos árbitros irresponsables de los destinos de la sociedad, y no los de la patria, los hombres-mercancía como denomina a los parlamentarios venales, que se entregan al mejor postor. Respecto a esto último, define en lapidaria frase así: “presiden los Congresos la traición, la venalidad, la ignorancia y el espíritu de partido”. Los pocos honestos nada pueden hacer, en ese conciliábulo de fariseos; “La historia de nuestros Congresos, salva rarísima excepción, es la historia de nuestra desventura: honra nacional, autonomía, libertad, progreso, instrucción pública, rentas fiscales, moralidad, han sido siempre presa de nuestros legisladores...”.

En definitiva, una obra en donde Peralta luce sus dotes de polemista, historiador, filósofo y teórico político, que en muchas partes recuerda la escuela inaugurada por Montalvo en la lucha por los ideales del liberalismo humanista en nuestra patria. Obra de carácter revolucionario, pues, en ella se plantea la necesidad de la construcción de una nueva sociedad en nuestro país, radicalmente diferente a la implantada por los conquistadores y sus herederos ideológicos, los conservadores que dominan la escena política ecuatoriana en el siglo XIX. Define el autor claramente al enemigo que hay que vencer para regenerar la patria, a todos esos sectores que se oponen al progreso, a la libertad, a la democracia y a la justicia social, señalando también la fuerza motriz capacitada para la redención nacional, la liberal radical, para la refundación de una patria moderna, de cuya magna empresa él mismo se convierte en uno de sus mayores exponentes.

El publicar por primera vez este libro es un acontecimiento especial para las ciencias sociales ecuatorianas. Se ha recuperado la obra de uno de los mayores pensadores ecuatorianos y latinoamericanos. Se puede afirmar que el libro que presentamos es uno de los primeros tratados de Sociología política que se escriben en el Ecuador, abarcando el análisis del primer siglo republicano, ese siglo corto que va desde 1830 hasta la revolución del 5 de junio de 1895. Anteriormente sobre esa época solo existen los libros escritos por Pedro Moncayo, Marieta de Veintemilla, Pedro Fermín Cevallos y Francisco Aguirre Abad. Es, por lo mismo, de gran valor su contribución para la historiografía nacional esta Raza de víboras, en la que, a más de someter a dura crítica todos los regímenes antidemocráticos, corruptos, despóticos o totalitarios que administran el Ecuador en el período señalado, descubre a lo largo de su análisis crítico las instituciones y sus actores sociales, personajes que en sus funestas acciones benefician a pocos, a costa del sufrimiento y la explotación de las mayorías populares.

En este libro se configuran ya algunas de las vertientes ideológicas con que Peralta construirá su doctrina de avanzado humanismo, con la que quiere sustentar los postulados del programa político radical que pacientemente irá desarrollando a lo largo de su vida. Como los grandes sintetizadores del pensamiento mundial, busca febrilmente esas fuentes esenciales para la redención humana y las encuentra en lo mejor del cristianismo y del liberalismo revolucionario, en esta primera fase de su desarrollo ideológico. Posteriormente, en la década de los años veinte del siglo anterior, la completará con lo que llama socialismo liberal o socialismo de Estado y su antiimperialismo sin concesiones, que desemboca inevitablemente, como necesidad histórica incontrastable, en la unidad latinoamericana, esa herencia bolivariana de la que participa con Alfaro desde los inicios de la revolución, única fórmula para la salvación de nuestros países, como lo expresa en La esclavitud de la América latina.

Por esta búsqueda incesante, que extrae lo más valioso y elevado del pensamiento universal para elaborar un proyecto de desarrollo para nuestro pueblo, José Peralta se constituirá, cuando se aprecie en toda su dimensión su legado intelectual, en un referente insoslayable de las futuras luchas que tendrán que librarse en nuestra patria. Como Bolívar, Alfaro, Martí, Zapata, Sandino, el Che, Allende, Fidel y cien hombres símbolo más de nuestra América Latina, Peralta también se constituirá en ejemplo y guía, especialmente de esa juventud en quien confía será la futura vencedora del infamante imperialismo yanqui, en defensa de nuestra soberanía y dignidad nacional.

¿Por qué no se publicó esta obra escrita hace más de ciento diez años, con los méritos que hemos tratado de destacar? Es posible que dada la encarnizada resistencia de los conservadores a la revolución alfarista, el autor haya dejado para épocas más pacíficas la publicación de su libro, y no atizar más fuego en las filas de la incesante contrarrevolución. Así se fue posponiendo su edición, como muchas de las obras que José Peralta no pudo ver publicadas en vida.

La raza de víboras, el primer libro doctrinario de Peralta, se publica por primera vez en su versión completa como un homenaje de la Cátedra José Martí de la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Central del Ecuador y Ediciones La Tierra, al gran pensador ecuatoriano en el sesquicentenario de su nacimiento.

Para concluir, no podemos dejar de señalar la indiferencia y el silencio casi absoluto de los medios de comunicación y de las instituciones públicas en el sesquicentenario del natalicio de Peralta, hombre ilustre al que la Patria debe mucho ya que 50 años de su historia están marcadas por su combativa presencia y contribución para su engrandecimiento. En esa ingrata actitud del “país oficial” hacia uno de sus mejores hijos que le dedicó lo mejor de su privilegiada inteligencia, honra a la Universidad Central del Ecuador, en su Facultad de Comunicación Social y Escuela de Sociología, a la Ilustre Municipalidad de Cuenca y a la Casa de la Cultura Ecuatoriana de la capital por ser las únicas instituciones del país en recordar en su efeméride a un verdadero constructor de la nacionalidad ecuatoriana.

César Albornoz
Quito, 26 de mayo de 2005.


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