viernes, 13 de marzo de 2015

Hace nueve décadas Peralta previno acerca de la pretensión yanqui por apoderarse de los recursos venezolanos



Hace nueve décadas José Peralta escribió esto de gran actualidad sobre Venezuela (capítulo X de La esclavitud de la América Latina, 1927)
  
Cipriano Castro pudo ser un detestable tirano, como dicen; pero fue varón de pelo en pecho, y se las tuvo muy tiesas con las pretensiones de la Gran República. Fue el único hispanoamericano que no temió echarle agraz en los ojos al terrible conquistador, siempre y cuando era indispensable volver por la dignidad y los derechos de Venezuela. El gobierno de Washington llegó a temerlo; y, cuando Castro cayó del poder, constituyose en carcelero del proscrito, temblando ante una posible restauración del audaz venezolano. Sólo Inglaterra custodió con mayores sobresaltos al prisionero de Santa Elena: la persecución americana engrandeció a Castro, y puso de relieve lo que la entereza puede contra los avances del yanquismo.

El Águila del Norte ha volado varias veces sobre la patria de Bolívar, pero los hijos de los invictos llaneros, que asombraron al mundo con sus hazañas, no la pierden de vista, y están listos a darle caza.




Un tribunal arbitral sentenció, oídas las partes, que el gobierno venezolano pagase dos millones y pico de bolívares, por una reclamación de Norteamérica; pero esta nación modelo de buena fe y respeto a la justicia, modificó, por sí y ante sí, dicho fallo, y exigió que se le entregaran ochenta y un millones, ni un centavo menos, y ello por la fuerza. ¿Qué valen la moral, la justicia y las leyes internacionales; qué las resoluciones de árbitros sapientes y probos; qué el buen nombre del Estado, al tratarse de una apreciable ganancia, de un aumento de oro en las cajas de la Gran República? Venezuela es país riquísimo, extenso, inexplotado; y el Paquidermo conquistador ha clavado sus ojos glaucos en esa posible víctima de su insaciable codicia. 

¿Cuántas luchas, cuántas desventuras, cuántos pueblos aplastados bajo las patas del Elefante, nos oculta el porvenir?





 ¡En Venezuela no pasarán!