viernes, 27 de febrero de 2015

Circula nueva edición de la Esclavitud de la América Latina



Circula nueva edición de la Esclavitud de la América Latina

Para obtener el libro:

Esta nueva edición del clásico escrito por José Peralta se distribuye gratuitamente  en las Oficinas del Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores, junto con el libro La CIA contra América Latina (Philip Agge, Jaime Galarza Zavala y Francisco Herera Aráuz).





NOTA AL LECTOR

Sin desmerecer las numerosas ediciones anteriores de La Esclavitud  de la América Latina, por el valioso papel que jugaron para desarrollar en nuestro pueblo el sentimiento antiimperialista inspirado por José Peralta, tenemos la obligación de señalar que, unas más otras menos, tanto las versiones completas como aquellas arbitrariamente fragmentadas por criterios sui géneris de los editores, todas adolecen de fallas que se han seguido reproduciendo porque no fueron cotejadas adecuadamente con los originales de la obra. Para enmendar eso, presentamos esta nueva edición cuidadosamente revisada de los XXV capítulos de su célebre ensayo.

Peralta expone en esta obra toda su concepción antiimperialista, madurada desde fines del siglo XIX y principios del XX, época en la que como canciller del Ecuador tiene que enfrentar las actitudes de los Estados Unidos adversas a nuestros intereses. Convicción que se consolida en 1910 cuando Eloy Alfaro nuevamente le nombra ministro de Relaciones Exteriores y dirige brillantemente la defensa de nuestra soberanía, oponiéndose con valentía a la prepotencia del águila del Norte en su torpe intento de imponer su criterio en la resolución de nuestros problemas limítrofes con el Perú.

Esa posición antiimperialista, ampliamente conocida por los latinoamericanos progresistas de la época, es confirmada por el gran escritor colombiano José María Vargas Vila en carta de congratulación que le dirige por su designación por segunda ocasión como canciller del Ecuador. Unos años más tarde, en 1914, desde su destierro en Lima, José Peralta envía a sus hijos una carta en la que magistralmente resume sus ideas respecto al imperialismo yanqui, las mismas que desarrolla amplia y detalladamente cuando, desterrado nuevamente, escribe en Panamá La esclavitud de la América Latina.

Hemos creído conveniente incluir esas cartas para refutar ciertos análisis antojadizos y superficiales acerca de su “antiimperialismo tardío”, producto de elucubraciones incorrectas por desconocimiento de quienes, al no investigar más seriamente el asunto, han expresado su criterio subjetivo sin ningún sustento histórico.

 Incluimos también otros escritos de José Peralta donde se manifiesta su posición ideológica respecto del imperialismo. La sexta carta a un jesuita en la que destaca el papel de México y Acción comunal, arenga a la juventud panameña para que luche contra el imperialismo yanqui que infama su suelo patrio, publicados en el periódico del mismo nombre durante su exilio en ese país. Infantilismo diplomático, artículo publicado en el diario El Día de Quito en 1927, y otro inédito que reposa en su archivo, El monroísmo y sus transmutaciones, posiblemente preparado para el mismo periódico, pero impedida su aparición por expresa disposición del gobierno de turno. Finalmente, un fragmento de su obra Por la verdad y la Patria escrita en 1928, para completar su producción y visión acerca del imperialismo.

En esta edición, con proyección a ser difundida en otros países hermanos, hemos considerado también pertinente acompañarla de dos prólogos y un estudio que dimensionan objetivamente el valor de La esclavitud de la América Latina para la cultura ecuatoriana y latinoamericana. Escritos por tres destacados compatriotas, tienen un denominador común: los tres han contribuido con valiosos libros para las letras  nacionales y de la Patria Grande, fueron discípulos y fervientes admiradores de Peralta de las dos generaciones posteriores, conocieron profundamente su obra y emularon la mejor enseñanza que les legó el Maestro, el ejemplo de su vida: recta, honesta y generosamente útil a la patria, a los dos primeros en las aulas universitarias y al tercero en el seno del hogar.

Las ediciones anteriores de La Esclavitud de la América Latina carecen de un índice por lo que hemos elaborado uno para facilitar su lectura, asumiendo los riesgos que eso implica. Se ha mantenido también el título, a pesar de que en los originales consta como La esclavitud de la América española, pues consideramos acertado el cambio tomado por los editores de su primera edición, por ser más adecuado a su contenido. Además, el autor utiliza la denominación América Latina en varios de sus escritos, desde la última década del siglo XIX.

Hoy que se ha incrementado la injerencia imperialista en los asuntos vitales de nuestros pueblos, rescatar lo más esclarecido del pensamiento latinoamericano que lo enfrenta, lo desnuda y nos previene de las miserias con las que nos puede plagar en nombre de la libertad, es tarea inaplazable para despertar las conciencias.

El Ecuador, para referirnos solamente a su historia reciente, ha sido víctima varias veces de la prepotencia yanqui con la anuencia de nuestros gobernantes.

Durante el gobierno servil de Mahuad  se nos impuso un tratado de paz perjudicial a nuestra soberanía territorial, ofendiendo incluso el orgullo militar ecuatoriano que, a pesar de salir victorioso en el campo de batalla, al rato de la decisión final, el árbitro del Norte inclinó la balanza a favor de los derrotados. Como si no fuera suficiente, el mismo presidente de ingrata recordación que ahora vive de las migajas del amo en Harvard, nos privó de moneda nacional y política monetaria y le cedió una base militar en Manta, generando con esas acciones mayor dependencia de nuestro país respecto del imperio.

Los gobiernos posteriores de Noboa y Gutiérrez prosiguieron con esa tradición de complicidad y sumisión: concesiones y contratos perjudiciales en la explotación de nuestros recursos naturales y el descarado empeño, digno de mejor causa, de cargar a los ecuatorianos con las cadenas del TLC, impedido por la valerosa lucha y resistencia de nuestro pueblo.

Y hace poco, con el mayor de los cinismos Álvaro Uribe Vélez, en vergonzosa alianza con el carnicero de Irak, como cumpliendo el proverbio de Dios les cría y ellos se juntan, viola nuestra soberanía territorial y asesina en nuestro suelo patrio, con la clara  intención de involucrarnos en el Plan Colombia elaborado en Washington, sin importarles poner en riesgo la paz de toda la región, en su vano intento por detener el rumbo democrático y soberano que han emprendido varios de sus gobiernos.

La intromisión imperialista en nuestro país ha llegado a tales extremos que, el presidente Rafael Correa, con valentía que lo enaltece, calificó de desastrosa y vergonzosa la política exterior de Bush, cuando en franco apoyo al bombardeo del ejército colombiano en Sucumbíos trató a nuestro gobierno de permisible con los insurgentes de las FARC. En pregunta acusatoria enrostró sus verdaderas intenciones: “¿Acaso buscan desestabilizar un gobierno patriota que ha rehusado involucrarse en el Plan Colombia y poner otro gobierno títere que se preste a cualquier indicativo del extranjero?, ¿acaso buscan desestabilizar a un gobierno que claramente ha dicho que en el 2009 se acabaron las bases extranjeras en suelo patrio”? Y que si no entiende Mr. Bush lo que está pasando en América Latina, sería mejor que se calle la boca.
Además, se vio obligado a denunciar ante el mundo que “los sistemas de inteligencia ecuatoriana (estaban) totalmente infiltrados y sometidos a la CIA”, con la consiguiente reestructuración de estas instancias y la revisión de los convenios de “colaboración” entre Ecuador y los EE. UU en la capacitación de quienes, en lugar de servir a nuestros intereses, se convertían en sus informantes. Y en uno de sus discursos eleva su tono antiimperialista señalando a los culpables: esa unión de elites y oligarquías, que lo único que hicieron es asolar nuestras tierras con su entreguismo y su doble moral”, esos “sumisos con el imperio y soberbios con su propia gente”. Vaticinando que esa “historia repetida durante tantos años, está siendo, por decisión de nuestros pueblos, erradicada para siempre.”
La dignidad y altivez de los mejores exponentes del liberalismo radical, olvidada o desechada por la gran mayoría de los sumisos y complacientes presidentes que nos han gobernado en los últimos cien años,  ha renacido para bien del pueblo ecuatoriano.

Estamos seguros que en este momento crucial de nuestra historia, el pensamiento de Peralta que opone el bolivarianismo unitario como única doctrina válida para el futuro promisorio de América Latina, al monroísmo yanqui ejercido en los últimos dos siglos bajo distintos membretes, contribuirá eficazmente en pro de nuestra segunda independencia, especialmente ahora que ha renacido la esperanza en la Patria Grande, augurando la buena nueva que otro mundo es posible.


 César Albornoz