Circula
nueva edición de la Esclavitud de la América Latina
Para obtener el libro:
Esta nueva edición del
clásico escrito por José Peralta se distribuye gratuitamente en las Oficinas del Archivo Histórico del
Ministerio de Relaciones Exteriores, junto con el libro La CIA contra América Latina (Philip Agge, Jaime Galarza Zavala y
Francisco Herera Aráuz).
NOTA AL LECTOR
Sin desmerecer
las numerosas ediciones anteriores de La
Esclavitud de la América Latina, por
el valioso papel que jugaron para desarrollar en nuestro pueblo el sentimiento
antiimperialista inspirado por José Peralta, tenemos la obligación de señalar
que, unas más otras menos, tanto las versiones completas como aquellas
arbitrariamente fragmentadas por criterios sui
géneris de los editores, todas adolecen de fallas que se han seguido
reproduciendo porque no fueron cotejadas adecuadamente con los originales de la
obra. Para enmendar eso, presentamos esta nueva edición cuidadosamente revisada
de los XXV capítulos de su célebre ensayo.
Peralta
expone en esta obra toda su concepción antiimperialista, madurada desde fines
del siglo XIX y principios del XX, época en la que como canciller del Ecuador
tiene que enfrentar las actitudes de los Estados Unidos adversas a nuestros
intereses. Convicción que se consolida en 1910 cuando Eloy Alfaro nuevamente le
nombra ministro de Relaciones Exteriores y dirige brillantemente la defensa de
nuestra soberanía, oponiéndose con valentía a la prepotencia del águila del
Norte en su torpe intento de imponer su criterio en la resolución de nuestros
problemas limítrofes con el Perú.
Esa
posición antiimperialista, ampliamente conocida por los latinoamericanos
progresistas de la época, es confirmada por el gran escritor colombiano José
María Vargas Vila en carta de congratulación que le dirige por su designación
por segunda ocasión como canciller del Ecuador. Unos años más tarde, en 1914,
desde su destierro en Lima, José Peralta envía a sus hijos una carta en la que
magistralmente resume sus ideas respecto al imperialismo yanqui, las mismas que
desarrolla amplia y detalladamente cuando, desterrado nuevamente, escribe en
Panamá La esclavitud de la América Latina.
Hemos
creído conveniente incluir esas cartas para refutar ciertos análisis
antojadizos y superficiales acerca de su “antiimperialismo tardío”, producto de
elucubraciones incorrectas por desconocimiento de quienes, al no investigar más
seriamente el asunto, han expresado su criterio subjetivo sin ningún sustento histórico.
Incluimos también otros escritos de José
Peralta donde se manifiesta su posición ideológica respecto del imperialismo.
La sexta carta a un jesuita en la que
destaca el papel de México y Acción
comunal, arenga a la juventud panameña para que luche contra el
imperialismo yanqui que infama su suelo patrio, publicados en el periódico del
mismo nombre durante su exilio en ese país. Infantilismo
diplomático, artículo publicado en el diario El Día de Quito en 1927, y otro inédito que reposa en su archivo, El monroísmo y sus transmutaciones,
posiblemente preparado para el mismo periódico, pero impedida su aparición por
expresa disposición del gobierno de turno. Finalmente, un fragmento de su obra Por la verdad y la Patria escrita en
1928, para completar su producción y visión acerca del imperialismo.
En
esta edición, con proyección a ser difundida en otros países hermanos, hemos
considerado también pertinente acompañarla de dos prólogos y un estudio que
dimensionan objetivamente el valor de La
esclavitud de la América Latina para la cultura ecuatoriana y
latinoamericana. Escritos por tres destacados compatriotas, tienen un
denominador común: los tres han contribuido con valiosos libros para las
letras nacionales y de la Patria Grande,
fueron discípulos y fervientes admiradores de Peralta de las dos generaciones
posteriores, conocieron profundamente su obra y emularon la mejor enseñanza que
les legó el Maestro, el ejemplo de su
vida: recta, honesta y generosamente
útil a la patria, a los dos primeros en las aulas universitarias y al tercero
en el seno del hogar.
Las
ediciones anteriores de La Esclavitud de
la América Latina carecen de un índice por lo que hemos elaborado uno para
facilitar su lectura, asumiendo los riesgos que eso implica. Se ha mantenido también
el título, a pesar de que en los originales consta como La esclavitud de la América española, pues consideramos acertado el
cambio tomado por los editores de su primera edición, por ser más adecuado a su
contenido. Además, el autor utiliza la denominación América Latina en varios de sus escritos, desde la última década
del siglo XIX.
Hoy
que se ha incrementado la injerencia imperialista en los asuntos vitales de
nuestros pueblos, rescatar lo más esclarecido del pensamiento latinoamericano
que lo enfrenta, lo desnuda y nos previene de las miserias con las que nos puede plagar en nombre de la libertad, es
tarea inaplazable para despertar las conciencias.
El
Ecuador, para referirnos solamente a su historia reciente, ha sido víctima
varias veces de la prepotencia yanqui con la anuencia de nuestros gobernantes.
Durante
el gobierno servil de Mahuad se nos
impuso un tratado de paz perjudicial a nuestra soberanía territorial,
ofendiendo incluso el orgullo militar ecuatoriano que, a pesar de salir
victorioso en el campo de batalla, al rato de la decisión final, el árbitro del
Norte inclinó la balanza a favor de los derrotados. Como si no fuera
suficiente, el mismo presidente de ingrata recordación que ahora vive de las
migajas del amo en Harvard, nos privó de moneda nacional y política monetaria y
le cedió una base militar en Manta, generando con esas acciones mayor
dependencia de nuestro país respecto del imperio.
Los
gobiernos posteriores de Noboa y Gutiérrez prosiguieron con esa tradición de
complicidad y sumisión: concesiones y contratos perjudiciales en la explotación
de nuestros recursos naturales y el descarado empeño, digno de mejor causa, de
cargar a los ecuatorianos con las cadenas del TLC, impedido por la valerosa
lucha y resistencia de nuestro pueblo.
Y
hace poco, con el mayor de los cinismos Álvaro Uribe Vélez, en vergonzosa
alianza con el carnicero de Irak, como cumpliendo el proverbio de Dios les cría y ellos se juntan, viola
nuestra soberanía territorial y asesina en nuestro suelo patrio, con la
clara intención de involucrarnos en el
Plan Colombia elaborado en Washington, sin importarles poner en riesgo la paz
de toda la región, en su vano intento por detener el rumbo democrático y
soberano que han emprendido varios de sus gobiernos.
La
intromisión imperialista en nuestro país ha llegado a tales extremos que, el
presidente Rafael Correa, con valentía que lo enaltece, calificó de desastrosa
y vergonzosa la política exterior de Bush, cuando en franco apoyo al bombardeo
del ejército colombiano en Sucumbíos trató a nuestro gobierno de permisible con
los insurgentes de las FARC. En pregunta acusatoria enrostró sus verdaderas
intenciones: “¿Acaso buscan
desestabilizar un gobierno patriota que ha rehusado involucrarse en el Plan
Colombia y poner otro gobierno títere que se preste a cualquier indicativo del
extranjero?, ¿acaso buscan desestabilizar a un gobierno que claramente ha dicho
que en el 2009 se acabaron las bases extranjeras en suelo patrio”? Y que si
no entiende Mr. Bush lo que está pasando en América Latina, sería mejor que se calle la boca.
Además, se vio obligado a denunciar ante el mundo que
“los sistemas de inteligencia ecuatoriana
(estaban) totalmente infiltrados y sometidos a la CIA”, con la consiguiente
reestructuración de estas instancias y la revisión de los convenios de
“colaboración” entre Ecuador y los EE. UU en la capacitación de quienes, en
lugar de servir a nuestros intereses, se convertían en sus informantes. Y en
uno de sus discursos eleva su tono antiimperialista señalando a los culpables:
esa “unión de
elites y oligarquías, que lo único que hicieron es asolar nuestras tierras con
su entreguismo y su doble moral”, esos
“sumisos con el imperio y soberbios con su propia gente”. Vaticinando que
esa “historia repetida durante tantos
años, está siendo, por decisión de nuestros pueblos, erradicada para siempre.”
La
dignidad y altivez de los mejores exponentes del liberalismo radical, olvidada
o desechada por la gran mayoría de los sumisos y complacientes presidentes que
nos han gobernado en los últimos cien años,
ha renacido para bien del pueblo ecuatoriano.
Estamos
seguros que en este momento crucial de nuestra historia, el pensamiento de
Peralta que opone el bolivarianismo
unitario como única doctrina válida para el futuro promisorio de América
Latina, al monroísmo yanqui ejercido
en los últimos dos siglos bajo distintos membretes, contribuirá eficazmente en
pro de nuestra segunda independencia, especialmente ahora que ha renacido la
esperanza en la Patria Grande,
augurando la buena nueva que otro mundo
es posible.
César
Albornoz